Historia~

6 años después
Me desperté sudando. Ese sueño me seguiría toda mi vida, excepto que no era un sueño. Cada vez que lo recuerdo me inunda la culpa. Fue la única vez que maté y cuando me di cuenta de lo que había hecho sentía que me oprimían el pecho. Aquella noche la pasé al lado del cuerpo, llorando y llena de sangre.
Fui a la nevera y cogí una pinta de B positivo. Cuando estaba a punto de comer mi cuerpo se tensó. Había peligro. Miré las cámaras de seguridad y no vi nada. Pero entonces me giré y hay estaba. Era un chico alto, su cabello de un negro azabache y sus ojos tan oscuros que parecían dos pozos interminables. Pero lo más importante es que era un vampiro.
-Eres el primero que logra entrar.
-También soy uno de los más antiguo –Su voz era profunda y calmada. ¿Debería estar asustada? No parecía tan terrorífico. Mortífero tal vez.
-¿Debería conocerte?

-No. No estarías viva si así fuera. –Hablaba de la muerte de una manera demasiado calmada –Tenía curiosidad por saber como una vampira de nacimiento ha sobrevivido tanto tiempo sola.
Desde que me separé de mi familia fui descubriendo cosas. Era adoptada y vampira de nacimiento. Mi madre es mortal, nunca la encontré. Quizá no sigue con vida.
-Complicado al principio pero no imposible. Soy lo suficientemente astuta como para pasar desapercibida.
-La verdad es que pareces mas una hada del agua que una vampiresa.
Mi cabello platino estaba repleto de mechas azules que combinaban perfectamente con mis ojos azules. Mi estatura de metro sesenta no ayudaba mucho.
-No te confíes demasiado. Ahora. ¿Qué diablos quieres?
-Más respeto niña –No había levantado la voz pero consiguió ponerme la piel de gallina. Pero a mis 24 años yo no era una niña.
-Puede que seas antiguo, realmente no sé cuánto. No aparentas más de 30. Pero nadie me llama niña en mi propia casa.
Estaba tan enfurecida que mis colmillos salieron solos. Tenía que comer. Maldito vampiro.
-Deberías tomar esa pinta. Puedo esperar.
-No voy a bajar las defensas y comer delante de un extraño.
Se queda mirándome y maldigo. Me giro y como a toda prisa, no sin mirar de reojo a… ¿Cómo se llama? Acabo de comer, me siento y le miro.
-Soy William D’Angelo, tengo 1.500 años. Me envía tu padre.
-¿Mi padre?
-Su nombre es Richard Fitz.
-Así que eres un siervo de mi padre o algo así ¿no?
-No –Parece molesto y me encanta verle perder los nervios –Se podría decir que tengo una deuda con él.
-¿Qué deuda?
-Me salvó de mi mismo.
-Bueno. Yo soy Grace Parker. Aun que ya debes saberlo.
-Parker es tu apellido humano. Ahora te llamas Grace Fitz.
Eso sí que no. Parker es lo único que me queda de mi familia, no pienso dejar que me quité eso alguien que ni siquiera se ah preocupado por mí en 24 años.
-No. Mi apellido es Parker y ni él ni tú vais a cambiarlo.
-Debería estar orgullosa de tu familia vampira. Es una de las más antiguas y poderosas. Seguramente ya sabes porque has sobrevivido tanto tiempo.
-Me estas comenzando a irritar. Vete. Y si mi “padre” me quiere conocer que venga en persona.
Llegó a mi lado sin darme cuenta. Maldición. No puedo bajar la guardia.
-Ves mañana a la capilla –me mira y susurra –Hasta pronto, princesa.
Y con eso dicho, desapareció de la misma manera en que vino.
He tenido suficiente de locos por esta noche. Cuando voy a salir me doy cuenta de que aun llevaba puesto el pijama. Ese hombre me había visto en pijama! Me cambie por unos pantalones y una camiseta. Cuando llego al bar lo encuentro bastante lleno y eso es un poco agobiante pero entro igual. Me siento en la barra.
-Un bourbon, por favor.
-Aquí tienes.
Doy un buen trago a mi bebida cuando siento a un  chico acercándose. Cuando está demasiado cerca me tenso.
-Tócame y dentro de unas horas habrá carteles con tu cara y la palabra desaparecido.
El chico da unas rápidas disculpas  y se va. Sé que me he pasado pero estoy de muy mal humor. Mi padre quiere conocerme. Pero, ¿quiero yo? Estoy confundida. He pasado 6 años sola, no sé cómo actuar con él. William puede ser serio pero antes he bajado la guardia. No lo encuentro una amenaza y eso me preocupa. Voy al hospital a por más sangre. Después tendré que pensar que armas llevar mañana. Padre o no, no bajare la guardia. No cometo el mismo error dos veces.
Cuando llego a casa me dirijo a la cocina y pongo la sangre en la nevera. No antes de tomar una pinta. Una vez saciada me voy a mi habitación, cierro las persianas y me acuesto.
A la noche siguiente cuando despierto me voy al baño y me doy una ducha rápida. Una vez vestida voy a la sala de armas y cojo unos cuchillos y una pistola. Me pongo los cuchillos en las piernas y la pistola en mi canana sobaquera. Una vez lista cojo mi chaqueta de cuero y voy a la capilla.
Son las once para cuando llego y no encuentro a nadie así que me siento en primera fila. Miro la estatua de Jesús y pienso en lo que el pensaría de que existieran los vampiros en el mundo que creó su padre. No soy religiosa. No desde hace tiempo. Después de descubrir lo que soy dejé de creer, bueno, de creer que todo lo decide él. Y pensar que la gente cree que no podemos entrar en tierra santa. Ninguno de los mitos es cierto, excepto el sol, eso realmente nos mata. Y la estaca, ¿quién no muere si le clavan una estaca en el corazón? Los humanos piensan que somos monstruos y se inventan formas horribles de matarnos. A veces pienso que los monstruos son ellos.
-¿En qué piensa, princesa? –William estaba delante de mí mirándome con la cabeza de lado recordándome a los perros. Parece más joven en este momento y un poco mas confundido.
-Me has asustado –le digo. No puedo evitar reírme, está muy gracioso.
-Deberías tener más cuidado, princesa. Podría haber sido otra persona.
-Se cuidarme yo sola. Si estuviera en peligro lo sabría –cada vez que algo no va bien me tensaba, era algo extraño pero siempre me ayudaba. Aún que lo raro es que mi cuerpo no vea a Will como peligroso -¿Por qué no paras de llamarme princesa?
La verdad es que no me incomodaba que me lo dijera él.
-Todo a su tiempo. Te lo contará tu padre.
-¿Y dónde está?
-Yo también tenía ganas de conocerte, hija –La voz provenía de un hombre alto, aparentaba unos cuarenta años pero aún era apuesto. Tenía el cabello castaño y los ojos azules. Mis ojos.
-Hola Richard –aún no podía llamarle papá.
-Hola, hija.
No lo encuentro peligroso. Ayer me prometí no bajar la guardia pero no puedo estar tensa cerca de Will y Richard. Entiendo no estarlo con Richard porque es mi padre, pero ¿qué pasa con Will? El hace que me sienta bien.
-Te preguntaras porque te busco después de tanto tiempo. Hija, he estado sabiendo de ti desde que naciste. No lo recuerdas pero William y yo hemos estado en todos tus conciertos de violín. En los de noche claro. En tu cumpleaños íbamos a tu casa mientras dormíais.
-Vale. ¿Y porque no hablaste conmigo? ¿Y porque Will también estaba contigo mientras me veías?
-No podía hablarte porque tenía que gobernar a los vampiros. Hija, soy el rei.
Miro a Will.
-¿Por eso lo de princesa?
-Sí
-Y para responderte a la otra pregunta. Will es tu prometido –Vuelvo a mirar a mi padre.
-Prome… ¿Qué?
-Veras hija, estoy mayor. Tú tendrás que reinar. Puedo aguantar otros cien años para enseñarte todo. Después de ese tiempo me jubilaré.
-Yo… No sé si puedo. –me estoy agobiando, es demasiado.
-Majestad, ¿me puede dejar a solas con Grace?
-Claro, no estaré muy lejos. –Y se va.
-Princesa. Te he visto crecer y sé que puedes hacer esto.
Se acerca a mí. Se pone de rodillas y pone sus manos en mi cara y me mira.
-Eres fuerte, Grace. Eres inteligente y astuta.
-No puedo hacer esto sola. ¿Cuántos años tiene?
-4.900 años. Es el más antiguo.
-Crees que los vampiros antiguos les gustará que alguien tan joven les reine?
-Eres hija de tu padre y te adoraran. Sé que no me conoces pero te he querido des de que salvaste a ese gato de un perro con 6 años. ¿Querrías pasar lo que duren nuestras vidas conmigo?
-Recuerdo ese gato. Sé que esto me puede costar pero con tu ayuda reinaré. No te conozco así que de momento vamos a darnos un tiempo y entonces es posible que te quiera.
-Acepto eso –me dice.
Will se acerca y me besa dulcemente. Sus labios son suaves y cálidos, y no puedo evitar que me guste un poco. Cuando nos separamos sonrío.
-Eres tan distinto a ayer.
-No quería abrumarte, no me conocías.
-¿Y ahora si? –me río.
-Bueno tenemos tiempo –me da un corto beso y le abrazo.
-Ya está todo resuelto –dice mi padre ¿Cómo no le he notado?
-¿Cómo has ocultado tu presencia?
-Soy anciano, tengo mis trucos. Ya te lo enseñare todo, es hora de que empieces tu nueva vida.
Le sonrío y por primera vez des de hace mucho encuentro algún sentido a mi existencia.

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